Mientras empieza a hacer más frio por la helada que cae en la noche, María se envuelve más con su chal, mientras saca las manos para lavar un plato sucio por la sopa que sirvió ahí, vuelve a abrigar sus manos hasta que un nuevo cliente se siente al largo banco de madera y pida un plato de sopa, solo esta callada escuchando los autos pasar, y las conversaciones de algunas personas que pasan rápidamente hablando por sus celulares, ella está en la esquina de una plazuela que más parece ovalo. La plazuela con una gran estatua en lo alto de Francisco Bolognesi.
Cuando uno llega lo espera una banca larga de madera donde entran máximo cinco personas, no es el único puesto de caldos, al frente y a lado hay un para más, todos los atienden señoras algunas con hijos, pero María no está acompañada por nadie, a no ser que una o algunas personas estén sentados a la mesa cubierta por un mantel de plástico floreado donde al centro hay cucharas un poco de ají y le empiecen una pequeña charla, si es así, por algunos momentos ella sí está acompañada. No se le nota muy bien el rostro ya que está bien cubierta por un pañolón que la protege del frío, es de color azul con algunas rayas blancas, su voz tiene un tono fino pero no se escucha muy bien por lo que tiene muy bien cubierta la boca, a su lado hay un primus con una llama color azul, encima una olla que hierve constantemente para mantener el caldo muy caliente durante toda la noche o hasta que se acabe todas las raciones, cuando saca la tapa se ve toda esa cantidad de humo que sale, algo parecido se ve en las calderas de las brujas preparando algún brebaje mágico de las caricaturas, pero en este caso se está preparando el caldo verde y el aún más conocido caldo de gallina. Está a partir de la siete de noche, Doña María llega y se ubica estratégicamente a un lado de la plazuela Bolognesi, a lado derecho de su puesto hay una peluquería que oferta el corte de pelo a tres soles, y sentados en el piso hay algunos señores que por lo que se les ve no se sabe bien lo que hacen o esperan.
Hay un montón de basura en las acequias, aún la baja policía la recoge para dejar un buen aspecto de la ciudad, en todos los puestos las personas toman o comen desesperadamente su caldo para matar el hambre y el frío que viene con la noche que por lo visto estará llena de trabajo, a la mayoría de clientes se les ve bien presentables, como cuando se ve por las mañanas la gente que se dirige a su centro de estudios o trabajo, pero en este caso es en la noche. No hay carta para escoger, pero la gente se sabe de memoria que es lo que sirve María, el más pedido según ella es el caldo de gallina luego le sigue al caldo verde, el cual empiezo a tomar, me lo sirvió en un plato de porcelana, el fondo se puede notar, al parecer muchas personas comieron en él ya que se nota como rascado, no tiene tanto huevo ni papas como el que se sirven en casa, es prácticamente agua y parece pintado con un poco de tempera verde, y el humo que sale hace sudar a la cara que se acerque a beber un poco.
María trabaja años en ese lugar, ella es madre de dos niños ese negocio la ayuda a sacarlos adelante, prácticamente la calle se vería desnuda sin los puestos que allí se encuentran, se puede observar todo tipo de gente cenando, desde madres con sus niños o algunos señores que a pesar de comer muy velozmente no parecen quemarles las lenguas, gente que llega de viaje también se sienta a probar la sazón de alguna de estas señoras, algunas tienen una carta más extensa tienen para ofrecer tallarines adornados con su presa de pollo, también caliente para matar el frio y el hambre, a mi lado un señor parte por la mitad un huevo sancochado, mientras le pone una pisca de sal y ají, se escuchar como hace crujir el cascaron mientras lo mastica y lo pasa al parecer sin ningún problema, había escuchado que las frutas se las debe comer con todo cascara pero era primera vez que veo que los huevos también son buenos con todo y cascaron, lo terminó y empieza con el segundo huevo.
De rato en rato pasan niños pidiendo un plato de sopa, también borrachos que después de un día lleno de cañazo van por un momento a probar algo de comida, a lo lejos muy delante del puesto por donde hay abundantes farmacias con letreros resplandecientes de todo color, están parados un par de policías que solo caminan un par de casas y se quedan quietos a ver si algo pasa, conversan un rato, ríen y vuelven a avanzar. Algunos comerciantes terminan de recoger sus carretillas llenas de productos de todo tipo, los autos y miles de mototaxis pasan a cada instante, gente con terno y con ropa normal camina rápidamente hacia su hogar y algunos mineros cogen taxis para recién ir a su trabajo. El serenazgo con un fuerte sonido de su sirena pasa llamando la atención y todos se sorprenden y voltean a ver, por lo visto llevan alguien arrestado, la gente comenta:
_´´Choro´´ seguro es, dice María.
Ya casi acabo mi plato de comida y se enfrió velozmente por el frio que hace, a mi alrededor hay otra gente, la mayoría que llega a comer solo devoran sus platos de un par de cucharadas. Y siguen su camino, a mi lado se sienta un señor pide un caldo de gallina y le habla como conocida a María al parecer viene diariamente porque le conversa sobre algunos días pasados.
Acabo mi plato, y veo como de dentro de su chal saca sus manos muy abrigadas y coge el plato que le devolví y lo remoja en un balde de agua, lo seca con un mantel y lo vuelve a poner hasta que alguien más venga y también se sirva un poco de caldo en ese mimo plato con fondo rascado, de nuevo guarda sus manos dentro su cuerpo abrigado y se envuelve rápidamente, aún falta mucho para que se acaben las ollas de caldo.
Por: Danton Zafra Quiliche
Los puntos de que existen, existen.
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