martes, 11 de octubre de 2011

Jugando al Periodista

No es equivocación afirmar que para ser periodista hay que tener vocación.

La hoja del cuaderno casi en blanco, el lapicero encima, únicos objetos que lograron ingresar. “El trabajo que realiza la controlaría es reservada,  no podemos darte un informe general de los que se hace, necesitas respaldo, y tener información verídica, lo que se puede informar se informará”, está presumiendo. Juro que este es el último lugar que visito y el último día que salgo tras las fuentes y la información. Un minuto más y saldré de aquí, me iré y dejaré que este trabajo periodístico caiga en el anonimato. El minuto pasa y no puedo largarme. Existe aún una pisca de esperanza.

El tipo se luce. Deberías saber, es la ley N° 29542, ley de protección del denunciante, la que nos obliga a ser reservados con nuestros datos de investigación,  ya que puede poner en riesgo la investigación, al denunciante, e incluso a tu persona misma.  El recinto solo esta amueblado de esta mesa donde descansa el cuaderno y el lapicero, y las dos sillas, de las cuales una la ocupa el tipo de aire catedrático que me obliga a hacer anotaciones de las leyes que va dictando. Sentado en una postura al principio desconfiada, ahora parece mostrar un lado arrogante de su personalidad.

Carajo! tres días perdidos en esta porquería, y nada. Dónde están los datos, lo escrito en el cuaderno solo parecen leyendas urbanas, cuentos que un periodista X (es derecho de la fuente figurarse anónima) dice que es así, porque “ese es mi trabajo, el de investigar y hacer de conocimiento púbico a la sociedad, a la cual sirvo; ese Emilio Horna, y ese Marco la Torre, son unas ratas, la controlaría sabe, las boletas falsas, facturas improbables, la sobre inversión del Qhapac Ñan”. Yo pido pruebas, documentos que respalden lo que voy a escribir, necesito hacer un informe periodístico. Nada.

Y en el Poder Judicial, el señor presidente estaba en estos días muy ocupado. “Venga por la mañana, joven”, nada. Por la tarde, “Está muy ocupado, de acá saliendo se va para su casa“, nada. Al día siguiente, y otra vez en la tarde, nada. Solo lo que un periodista ha dicho, contado e informado por boca y en opinión suya  guía este trabajo para la realización de un informe, y los datos son pobres, datos que en cualquier lado se puede encontrar y que no tienen ningún valor por sí mismos. La desesperación infunde deseos de visitar, qué importa, a cualquier charlatán, y hasta surge en la memoria la figura de Marco Bonifacio; pero eso sería caer muy bajo. Prefiero el fracaso.

Ni en la red hay algo de importancia.  Todas las notas periodísticas cajamarquinas de todos los periódicos, plagadas de innumerables errores de redacción, aparecen adelgazadas de una información paupérrima e imprecisa, fragmentaria, nada significativo. Es una desgracia, no hay datos, no hay información, se ha consultado varios medios. En  Panorama “lo sentimos, pero no nos está autorizado dejar manosear  el archivo del periódico”. Gracias, qué difícil, lo primero que deben saber de ti es “quién eres”, estudiante, ah, no tenemos tiempo, estamos muy ocupados.

Y en TV Norte, el gerente Eduardo Cabrera que es un periodista a la vez, está de salida, ocupado en asuntos administrativos, y los demás periodistas preparándose para sus programas. “Ve a Radio Campesina”, me aconseja el hombre que sin identificarse custodia el ingreso y no es un vigilante. Voy y solo el programador de música y publicidad está allí. Mierda! No, el informe no verá luz sino después de varias semanas, a base de una constante investigación de información, hasta quedar bien estudiado el caso.

Ahora solo espero que la poca información (de adorno) tome su papel en una redacción de opinión, más de floro que de contenido; pero en el fondo de este novato, pésimo aprendiz de periodista, se niega a tal acto. Cómo escribir algo solo porque un periodista x te contó. Eso no es posible.

El tipo toma más aire de sabio. La Controlaría General de la República, sigue haciendo su trabajo, hay representantes que de forma continua va evaluando, fiscalizando sobre obras realizadas. Sigue hilvanando su discurso plagado de leyes. “Va atendiendo según las denuncias sobre temas específicos, sea el caso de sobreinversión que según tú dices te has informado a través de los medios. Representantes de la controlaría van allí donde deben evaluar una obra de una inversión no muy clara,  exigiendo rendir cuentas o documentos que respalden la veracidad del testimonio del implicado”.

-Puedes darme información acerca del trabajo que está realizando ahora la controlaría,  investigaciones hechas que haya sido enviado al poder judicial.

El tipo permanece tranquilo, con tenues expresiones de desconfianza. Y me pregunta acerca de la información adquirida por el Poder Judicial. Soy sincero y confieso que aún no he podido entrevistarme con el presidente del Poder Judicial. Tomo optimismo cuando me habla de asuntos legales que la controlaría ha dado al Poder Judicial (de Emilio Horna, por ejemplo); pero de inmediato decaigo al observar que no me revela esos asuntos. Y nuevamente remarca su situación de reserva.

La información que maneja la controlaría es de carácter privado, así protegemos la investigación y al denunciante, que puede ser cualquiera, según la ley N°  27785, que le otorga al involucrado el derecho de ser atendido por la controlaría. Y según la ley N° 29622, la controlaría tiene la potestad de imponer sanciones sobre el investigado. Esta sesión se parece mucho a una de bohemia, tanta ley me marea, siento una jaqueca intelectual acrecentarme el cráneo. Se suponía que Marco Burga, coordinador del Área Legal de la controlaría General de la República, me atendería, y sin embargo me han mandado con este tipo de apariencia joven, que me dice es un integrante del Área Legal. No hace sino confirmar con su diplomática forma de hablar lo que ha opinado hace un momento atrás: aquí trabajan muchos abogados.

Ciertamente no haré ningún informe, mis cosas y el celular que está timbrando tercamente afuera de esta pequeña oficina, retenidas por el vigilante, no pueden esperar tanto tiempo. Me levanto, agradezco la casi nada ayuda del que me brindó su tiempo, salgo del recinto haciendo una promesa de que me volverá a ver. Y afuera, en el pequeñísimo patio reclamo mis cosas al vigilante, quien toma apuntes de mi nombre y documento de identidad. ¡Me largo!

En la calle, la rabia y la decepción me embargan. Qué hacer, tan poca información no sirve ni para una nota periodística, no tiene un leit-motive, ni tampoco para realizar una presumida columna de opinión, pocos datos para imitar a Openheimes. Qué hacer. ¿Una crónica sobre la frustración de un estudiante de ciencias de la comunicación que quiere darse de periodista y encuentra solo frustración? ¡Claro! Por qué no, está decidido: será una crónica.
por: quiroz salazar Hernando


1 comentario:

  1. Muy bueno. Que la gente siga hablando, que lo haga por tí. Eso es bueno.

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