La Hermandad de la Virgen del Rosario, conformada por las familias Baròn, Bringas y el señor Villanueva natural de Llimbe, junto a todo el fervoroso caserío Llimbense han preparado cuidadosamente cada detalle del cronograma de ese día tan especial. Llimbe es un pintoresco caserío perteneciente al distrito de Jesús en Cajamarca.
La misa empieza puntual según lo planeado, la curiosa distribución de los fieles en la iglesia llama la atención. El sacerdote español bastante joven habla a sus devotos parroquianos desde la esquina izquierda del altar, ayudándose en vano con un micrófono inalámbrico instalado en su sotana. En vano porque solo 8 filas de pequeñas bancas. En vano porque los de adentro escuchan perfectamente, pero los de afuera que son más de 70 personas no escuchan nada. Nada estaba en vano ese día. Definitivamente.
En las 6 primeras filas se encontraban cómodamente sentados los miembros de la confraternidad de la Santa Virgen del Rosario con sus familias y en las 2 últimas filas, muy apretados pobladores de avanzada edad varones y sus esposas paradas detrás de ellos, paradas con algunos niños sentados en el piso, muy calladitos.
La pequeña parroquia estaba bellamente adornada de rojo y blanco. La Venerable Virgen estrenaba nuevo atuendo de color rojo con aplicaciones doradas, hecho por la señora Marcela de Bringas, fiel devota y el santísimo Niñito Jesús estaba ataviado con un manto rojo con blanco hecho por la señora Virginia Baròn. Los ramos de flores, obsequio de las señoras de Barón y de Bringas adornaban la cabecera de cada fila y los ramos de flores de la zona un poco menos vistosos estaban acomodados atrás en el piso.
Afuera estaba la banda de la municipalidad de Cajamarca atentos al momento de la elevación de la misa donde debería tocar la misma melodía con la que se iza una bandera.
Los miembros de la confraternidad y sus familias rezan por sus familias, por sus trabajos, por sus negocios, y piden por todo eso muy devotamente a la hora de las peticiones. Cuando el sacerdote llega a las 2 últimas filas con su micrófono inalámbrico los señores rezan por la lluvia, porque haya cosecha el próximo año y así puedan compartir con sus invitados, piden por su parroquia, para que su sacerdote tenga salud y pueda ser su pastor espiritual.
Cuando la Sacrosanta Virgencita del Rosario sale de la iglesia al final de la misa todos aplauden y una lluvia de pétalos de flores baña las cabezas de los cargadores del anda de la Santísima Madre y de su divino hijo.
Unas casitas más allá proceden al cambio de cargadores. Esta vez 8 señoras de familia se abren paso y se disponen a cargar el anda de no más de 10 kilos. Mientras que se acercan 8 manitos sucias a pedir con sus padres el anda del divino Niñito Jesús. La procesión no duro mas de 15 minutos, Llimbe no tiene más cuadras que calles de Cajamarca limpias. Mucha fe, muchas lagrimas muchas oraciones, mucho recogimiento, mucha devoción, mucho fervor, mucho recogimiento, mucha veneración, mucha piedad bajo ese sol quemante de la sierra peruana.
Al llegar nuevamente a la iglesia, 123 campanadas reciben a los fieles y a sus divinidades. Es hora de bailar un huayno para la Madre Santisima, las familias se hacen para atrás y salen a bailar entonces los devotos llimbenses y todo se convierte en una fiesta popular en el patio de la Iglesia.
En la puerta la sagrada familia aun en el anda ahora cargada por pasto y flores amarillas; al lado la banda municipal, al frente a un ladito muy apretadas las familias de bien y en todo el resto del patio los llimbenses danzantes. Ahora les toca venerar a la mamita santísima a ellos.
Maria Virginia Puente Barón