La Shicuana es uno de los ingresos naturales del majestuoso valle de Cajamarca y desde él se divisa toda la belleza del territorio cajamarquino: la impresionante variedad de verdes por la combinación de los extensos pastizales junto los nativos sauces y molles, se conjugan alegremente con los imponentes eucaliptos australianos y las españolísimas retamas de amarillas flores.
Es un espectáculo grato para los ojos de cualquier espectador, que de pronto se impresiona con lo que en primera instancia le pareció a Catequil (dios principal de la cultura Caxa) en su primera visita, un gran incendio en los albores del día, y no pasó de ser las inmensas fumarolas que en el frío amanecer irrumpían en el cielo cajamarquino, eran las columnas de vapor de Nina Yacu, los más grandes manantiales de aguas calientes del país, allí llegaban los soberanos del imperio Inca para reponer fuerzas luego de sus épicas conquistas y por eso actualmente se le cambio el nombre por el de Baños del Inca.
Fue desde allí que salió libre Atahualpa para nunca más regresar, fue el último lugar en el que ejerció su soberana y divina autoridad. Luego caería infantilmente en las garras de la ambición ibérica, nunca más recuperaría su majestuosa soberanía, el haber considerado inofensivos seres extraños a los aventureros de allende el océano, provocó no solo la pérdida de sus atributos, significó también la caída y destrucción del imperio inca, el imperio más grande de la tierra en esos momentos de la historia.
Se dice que cuando Pizarro y sus 168 hombres hollaron el paso de la Shicuana, más de uno humedeció las pantalonetas que en ese tiempo usaban, eran tan solo 168 mal trajeados guerreros que llegaban luego de más de un año de travesías que los habían colocado al borde de la inanición. Sus exhaustos cuerpos caminaban por la voluntad que les proporcionaba su desmedida ambición por el ansiado dorado, pero el estado de su anatomía y el de su vestimenta era deplorable.
Extrañamente, esa falta de imagen de poderío, a la que extrañamente apelan en forma recurrente quienes han “hecho y escrito” la historia peruana y de Cajamarca en particular, es la que les permitiría capturar fácilmente al soberano inca. Éste se hallaba plenamente informado por sus ágiles y rápidos chasquis, del avance y penurias del “ejercito” español.
Encontrarse frente a un inmenso ejército de guerreros en plena actividad, estimado en 40,000 combatientes por unos y en 80,000 por otros, arrojaba una proporción aproximada de 500 a 1 en el mejor de los casos, y de 250 a 1 en el escenario más pesimista. Considerando que los conquistadores no solo carecían de cañones, según los documentos de embarque en Panamá que obran en la Relación de España, tampoco tenían en su poder los estruendosos arcabuces. Según los documentos en mención, eran propietarios tan solo de dos vetustos y lentos mosquetes, los cuales para ser accionados, requerían de encender una mecha y esperar pacientemente que esta se agotase para recién hacer explosión y enviar el ansiado proyectil al blanco escogido.
Extrañamente, repito, fue la falta de fortaleza y no el gran desfase tecnológico el que iba a provocar la caída del imperio incaico. Fue el exceso de confianza del Inca Atahualpa ante el que consideraba “desvalido” grupo de extraños seres de allende los mares, lo que iba a permitir que este encuentro de dos mundos diferentes, generase una nueva cultura que cambiaría la historia.
Más importante que el arribo de los españoles significaba para Atahualpa la captura de Huáscar. Luego de tener conocimiento de la llegada de los españoles al valle cajamarquino por la Shicuana y tomar la decisión de atenderlos al día siguiente, llegaron a Nina Yacu la importantísima información de que uno de los generales ecuatorianos de Atahualpa había tomado prisionero a Huáscar, hermano y rival de Atahualpa. Esto suponía el fin de una etapa de zozobra en el largo y duro camino emprendido por el soberano ecuatoriano en busca del cetro inca. Ahora podría disfrutar de las mieles del triunfo y la comida y bebida abundó esa noche en el campamento de Pulltumarca.
El día había despuntando hacía rato cuando las brumas aún no se despejaban de la mente de Atahualpa, recordaba que había prometido visitar a los extraños intrusos, pero los excesos de la noche anterior le impedían incorporarse. Ya los visitaría al medio día.
Luego de ingerir abundante alimento y acompañarlo con abundante chicha, se encaminó hacia el otro extremo del valle. La gran plaza de Cashamarca sería el escenario del alegre y vistoso recibimiento que les ofrecería a sus intrusos visitantes. Había dispuesto que sus guerreros continuasen acampando en Nina Yacu y él se haría acompañar por algunos sacerdotes y por los integrantes de sus grupos de música y danza. Finalmente los intrusos no representaban peligro alguno para su reino, la principal amenaza había sido eliminada el día anterior cuando sus raudos chasquis le comunicaron de la captura de Huáscar.
La nueva ingesta de comida y bebida habían logrado hacer efecto en Atahualpa, la “resaca” de la noche anterior y la opulencia del almuerzo habían hecho estragos en el. A mitad de camino entre Nina Yacu y Cashamarca, ordenó detener la comitiva para poder descansar un momento, la visita no revestía urgencia alguna y bien podía esperar algunos minutos de reposo que le permitiese reponer fuerzas y la cordura.
Cuando abrió los ojos, observó que su padre Inti estaba cerca del horizonte y no tardaría en ocultarse. Dio la orden de avanzar hasta la ciudadela de Cashamarca, debía resolver esta visita rápidamente y regresar a sus aposentos. Esta fue la última decisión soberana y en libertad que tomaría el último inca. Luego vendrían los acontecimientos por todos conocidos, pero sin el aspaviento de los libros de texto contando historias de editoriales ibéricas que deseaban engrandecer la epopeya española, allí no hubieron cañones ni planes estratégicos de conquista, sino tan solo dos vetustos arcabuces y caballos descritos como monstruosos centauros por los habitantes nativos. Los caxas ya habían escuchado de ellos y sabían que eran como sus llamas, un poco más grandes, pero que en lugar de colocarles carga para que la transportase, se colocaban ellos mismos.
Fue la decisión de Atahualpa de recibirlos con una comitiva artística y no con su ejército lo que permitió su captura y fin de su imperio, y no la majestuosidad de la tecnología occidental lo que permitió la conquista del imperio incaico por los españoles. De esta manera se puso fin a un gran imperio, el más grande de su época. De esta manera también, se daba inicio a una nueva nación, a una nueva república. A una nueva cultura. En Cajamarca nacerían los primeros mestizos, los primeros cholos….. los primeros peruanos.
Maria Virginia Puente Barón